Pero todo es cuestión de experiencia y sobre todo de ir aprendiendo. Para empezar, nosotros te traemos 10 consejos a tener en cuenta si trabajas de cara al público.
Te enfrentarás a mil situaciones y mil tipos diferentes de cliente. No desesperes. Te van a poner al límite de tu paciencia pero tú eres más fuerte que todo eso. Respira y sé paciente con lo que venga. Siempre, evidentemente, sin sobrepasar ciertos márgenes de respeto y educación.
En muchos trabajos de cara al público, el cliente puede estar en una mala situación y lo único que espera encontrar es alguien que resuelva sus problemas y le entienda. Ponte en su lugar y por tanto sé empático.
Cuida tu aspecto, tanto en lo relativo al vestuario como a tu higiene personal (ir bien peinado, limpio, bien afeitado, bien pintada, etc.) ya que los clientes tendrán una mejor imagen de ti e irán con otra predisposición que si te ven descuidado.
Con esto nos referimos no solo a hablar correctamente sino a comunicarte de manera fluida, sin dudas, sin titubeos, sin interrupciones, sin quedarte pensando, no dar información de relleno irrelevante, de no andarte con rodeos o por las ramas. Eso al cliente no le gusta.
Así como nosotros tenemos que comunicar y saber comunicar, el cliente también tiene que hacerlo, y es en ese momento cuando nosotros debemos escucharle y saber escucharle, lo cual es una muestra más de la empatía a la que antes nos referíamos. Así conoceremos exactamente cuál es su problema y qué quiere, y le daremos una respuesta satisfactoria.
Lo que buscamos como clientes es siempre que alguien nos ofrezca una solución a nuestros problemas, no que nos cause más. Así que deberás ofrecer alternativas a todo lo que te plantee el cliente. Siempre tienes que dar una salida.
Con una sonrisa siempre en tu rostro todo irá mejor tanto para ti como para los clientes. Tú serás más feliz y tus clientes estarán mejor atendidos. ¿A quién le amarga una sonrisa en los tiempos que corren. ¡A nadie!
Hay que conocer el producto que estás vendiendo. Estúdialo a fondo porque tienes que demostrarle al cliente que eres el experto en él. Si lo conoces y te los crees, podrás vender el producto con total honestidad.
Resulta muy fácil que un cliente pague los platos rotos de lo que te pasa fuera del trabajo. No, el cliente no tiene la culpa de lo que te pase ni tampoco sabe qué te pasa (ni tiene por qué saberlo). Así que cuando llegues al trabajo, aparca el resto de problemas y pon tu mejor sonrisa.
De igual modo, tu familia y amigos no tienen la culpa de lo que te pase en el trabajo ni de los clientes pesados a los que hayas tenido que aguantar. Aunque resulte fácil pagar con ellos la frustración de no haber podido contestar como queríamos a esos clientes pesados, no debemos caer en esa tentación. Hay que desconectar en cuanto salgamos de trabajar. Nos irá mucho mejor.
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