Adultos y actividades formativas
Según el Informe sobre el aprendizaje permanente en España presentado por el Ministerio de Educación durante 2010 un 10, 8% de la población adulta entre 25 y 64 años participaba en actividades educacionales y formativas, mientras que la media europea fue de un 9, 1% en ese mismo año.
Se trata de una cifra que se acerca a la planteada por la Unión Europea en 2009, que es del 15% para el 2020, año en el que si se cumplen las previsiones, el 85% de los puestos de trabajo requerirán una cualificación de nivel medio-alto. Esta cuestión preocupa bastante a los colectivos con una preparación baja o nula en España. Por ejemplo la población adulta mayor de 16 años que carece de las competencias correspondientes a la enseñanza obligatoria y que según la EPA son el 33,5% de la población. También es importante prestar atención en este sentido a los adultos que carecen de acreditación de su cualificación profesional (58,2%), a los jóvenes que no han adquirido el graduado ESO y a los que abandonan de manera temprana sus estudios (28,4%, según datos del 2010).
Este informe incluye un Plan de Acción, con medidas necesarias para cumplir los objetivos de la UE a la hora de incrementar el aprendizaje entre adultos hasta 2020. El objetivo de este plan es tratar de conseguir una tasa de participación del 20% en 2020, cinco puntos más que los planteados por la UE.
¿Para conseguirlo, que medidas adopta este Plan de Acción? Aumentar las competencias profesionales, personales o sociales de la población, complementando así las adquiridas durante la etapa escolar, e incidiendo especialmente en los colectivos con baja o nula cualificación. También es necesario un esfuerzo para el reconocimiento de nuevas competencias profesionales de los trabajadores poco cualificados y establecer nuevas vías de acceso a la FP que además permitan compatibilizar el trabajo y los estudios. Por último otra de las medidas que se plantean es la promoción del acceso de las personas adultas al Bachillerato, a la FP y la Universidad. También es necesario potenciar la formación a personas en riesgo de exclusión, la difusión de las posibilidades de la formación permanente entre la ciudadanía y el establecimiento de mecanismos para la mejora de la calidad del aprendizaje a lo largo de la vida.
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