Todos tenemos -o hemos tenido, si ahora te encuentras en situación de desempleo– días o incluso etapas en las que nos cuesta más ir a trabajar por razones personales (preocupaciones familiares, problemas de pareja o porque nos sentimos bajos de ánimo, por ejemplo) o profesionales (porque el trabajo no nos llena, porque tenemos un mayor nivel de estrés o ansiedad, porque tenemos una carga excesiva de trabajo o porque nos llevamos mal con nuestro jefe o con alguno de nuestros compañeros).
Todas estas cosas, aunque no nos gusten, son situaciones más o menos comunes que pueden llegar a afectar más de lo que creemos a nuestra productividad.
Imagen de un trabajador bostezando (iStock)
Sin embargo, el verdadero problema llega cuando esas situaciones se prolongan demasiado en el tiempo y hacen que nuestra falta de motivación llegue a hacerse crónica. Y eso, sobre todo, es un problema para nosotros porque los días se nos harán más largos y cualquier tarea en el trabajo se nos hará un mundo, pero también es un problema para la empresa. Un empleado que no tenga motivación en su trabajo será menos productivo, probablemente cometerá más errores y tal vez contagiará esa falta de motivación a los compañeros.
Pero, ¿cuál puede ser realmente la repercusión de un trabajador desmotivado para la empresa? Aunque es difícil cuantificar el valor económico en el que se traduce la falta de motivación de un empleado, sobre todo porque cada trabajo, cada empresa y cada trabajador son diferentes, hay quien calcula que las pérdidas que puede generar un trabajador desmotivado suponen una tercera parte de su salario.
Es decir, si un empleado cobra, pongamos por caso, 1.200 euros al mes, las pérdidas para la empresa estarían en torno a los 400 euros. Si la falta de motivación se mantiene durante todo un año y el salario del empleado es, por ejemplo, de 24.000 euros brutos, las pérdidas anuales que ese trabajador generaría a la empresa alcanzarían, siempre de forma aproximada, los 8.000 euros.
Y, claro está, salvo que la empresa sea muy pequeña o las condiciones económicas y de trabajo sean muy ventajosas para los empleados, lo normal es que en una empresa no haya solamente un único trabajador desmotivado, sino que haya unos cuantos más. De hecho, los expertos consideran que, al menos, uno de cada cinco trabajadores están desmotivados.
¿Toda la culpa de la falta de motivación de los empleados la tienen los propios trabajadores? La respuesta es no. Difícilmente podemos culpar a un empleado que trabaja más horas de las que marca su jornada laboral, que tiene un sueldo muy bajo, que no recibe ningún reconocimiento ni recompensa, que está muy presionado o que no se siente desarrollado profesionalmente en su empresa. O peor aún, por todas esas cosas a la vez, como ocurre tantas veces.
Así que, en lugar de señalar directamente al trabajador, los empresarios deberían empezar por preguntarse qué están haciendo mal si tienen empleados desmotivados y qué pueden hacer por mantener a sus trabajadores contentos. Al fin y al cabo, esa es la mejor manera de que a la propia empresa también le vaya bien…
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