Descubre los principales mitos y verdades sobre el síndrome del impostor en el trabajo, cómo reconocerlo y consejos...
¿Alguna vez has sentido que no mereces tu puesto de trabajo, que todo lo que has conseguido es cuestión de suerte o que en cualquier momento tus compañeros descubrirán que no eres tan bueno como piensan? Si te reconoces en estas sensaciones, lo más probable es que estés experimentando el llamado síndrome del impostor, un fenómeno cada vez más común en el entorno laboral y que afecta tanto a personas recién llegadas como a profesionales con años de experiencia.
El síndrome del impostor es una sensación persistente de inseguridad y autocrítica, que lleva a quienes lo padecen a dudar de sus logros y a temer ser «descubiertos» como un fraude. A pesar de tener pruebas objetivas de su competencia, las personas con este síndrome se sienten incapaces de aceptar sus éxitos y atribuyen sus logros a factores externos como la suerte o el trabajo en equipo.
A lo largo de los años, han circulado muchas ideas equivocadas acerca del síndrome del impostor. Desmontar estos mitos es fundamental para comprenderlo y aprender a gestionarlo mejor.
Uno de los mitos más extendidos es pensar que el síndrome del impostor solo lo sufren quienes tienen baja autoestima o poca confianza en sí mismos. Nada más lejos de la realidad. Este fenómeno puede afectar a cualquier persona, incluso a aquellas que, desde fuera, parecen seguras y exitosas. De hecho, muchas figuras reconocidas y referentes en sus campos han admitido haberlo sentido en algún momento de su carrera.
Algunos piensan que solo los recién incorporados a un puesto o sector experimentan este síndrome. Sin embargo, la realidad es que puede aparecer en cualquier momento profesional, especialmente tras un ascenso, un cambio de responsabilidades o la asunción de nuevos retos. Incluso los directivos y personas con muchos años de experiencia no están libres de sentir que no están a la altura.
Asociar el síndrome del impostor a la debilidad es otro error común. Sentirse impostor no implica ser débil o incapaz, sino que suele indicar un alto nivel de autoexigencia y perfeccionismo. Muchas veces, quienes lo padecen son personas muy responsables y comprometidas con su trabajo, que aspiran a hacerlo siempre lo mejor posible.
Existe la creencia de que, una vez identificado y trabajado, el síndrome del impostor desaparece para siempre. En realidad, puede resurgir en distintas etapas profesionales o ante nuevos desafíos. Lo importante es aprender a detectarlo y a relativizar sus efectos, no obsesionarse con eliminarlo por completo.
Ahora que hemos desmentido algunos de los mitos más habituales, conviene poner el foco en las verdades que realmente caracterizan este fenómeno en el trabajo.
El síndrome del impostor puede influir en la manera en que afrontamos nuestro día a día en el trabajo. Las dudas constantes pueden provocar falta de iniciativa, miedo a asumir responsabilidades o dificultad para celebrar los logros. Todo ello puede acabar repercutiendo en la productividad y el bienestar laboral.
Aunque durante mucho tiempo se pensó que era más frecuente entre mujeres, hoy sabemos que el síndrome del impostor puede afectar a cualquier persona, independientemente de su género, edad o sector profesional. La presión por cumplir expectativas es una constante en el mundo laboral actual.
Compartir cómo nos sentimos con compañeros de confianza, mentores o incluso con un profesional puede ser de gran ayuda. Expresar las dudas y escuchar experiencias similares nos permite relativizar y darnos cuenta de que no estamos solos en esto.
Sentir cierta inseguridad puede servir como estímulo para seguir formándonos y mejorando. El problema surge cuando estas dudas nos paralizan o nos impiden disfrutar de nuestros logros. Aprender a gestionar el síndrome del impostor es clave para convertirlo en un impulso y no en un obstáculo.
Este fenómeno se puede presentar de distintas formas en el entorno laboral. Algunas de las más habituales incluyen:
A continuación, te damos algunas pautas para empezar a gestionar mejor estas sensaciones en tu día a día laboral:
En definitiva, el síndrome del impostor es una realidad más común de lo que parece en el entorno laboral. Reconocerlo, hablarlo y aprender a gestionarlo son pasos clave para avanzar a nivel profesional y disfrutar plenamente de nuestros logros. Recuerda: si has llegado hasta aquí, no es por casualidad, sino por tu valía y esfuerzo.
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